jueves, septiembre 28, 2006
jueves, septiembre 21, 2006
Una de las noches más negras
Tal vez una de las noches más negras de la historia de la humanidad sea la que será por siempre recordada por quienes no tienen esa fácil habilidad de la desmemoria ni se avergüenzan de su pasado y lo quieren barrer bajo la alfombra, como la "Noche de los lápices". Hace 30 años la dictadura militar argentina secuestraba y torturaba en el nefasto "Pozo de Banfield" a Pablo Díaz, único sobreviviente y testigo inclaudicable de este hecho de demencia criminal. Cinco días antes varios de sus compañeros y compañeras habían sido desaparecidos, torturados y finalmente eliminados.
En un reportaje acerca de la película que se rodó, Pablo decía:
Sí, a la distancia es así. Yo recuerdo que cuando trabajamos en el guión de la película había un marcado miedo de que la gente nos viera culpables por haber militado en una organización política, algo que hoy es parte de la normalidad democrática. Pero en ese momento trabajábamos contra prejuicios fuertes como el “por algo será”. Allí razonamos que lo importante era reconstruir valores, porque ninguna sociedad admite fácilmente las cosas que dejó pasar aunque luego le horroricen.
Vuelvo a insistir en los desmemoriados que decían eso de "por algo será" o "en algo andarían". Todos andamos en algo en esta vida que nos tocó, y estos chicos de escuela secundaria intentaban conseguir un boleto estudiantil, por supuesto entre otras justas demandas que en tiempos dictatoriales son intolerables. Ese fue el terrible crimen que cometieron. Imagino a más de un militar diciendo esa tristemente célebre frase argentina "hay que matarlos de chiquitos, porque cuando crecen...". En este caso fue literalmente así. Asesinaron a unos chicos. Y a los que no mataron, no los dejaron crecer. Tanta fue la demencia criminal y absurda que veía comunistas, guerrilleros y subversivos hasta en la sopa, que durante los años de la dictadura militar argentina no pudimos difrutar de una de las mejores caricaturas de la historia de ese género: "Don Gato y su pandilla". ¿Sabía Ud. que fue prohibida porque estos dibujos (Si no hubieran sido dibujos también los habrían asesinado) se burlaban de la autoridad constituida, "Matute" en este caso? ¿Sabía que se prohibió por ese entonces la canción "La felicidad", de Palito Ortega, porque con su música se cantaban consignas de apoyo al derrocado régimen de Salvador Allende en Chile, por parte otra de las dictaduras más sangrientas y asesinas que encabezó el chacal Pinochet? Hasta donde yo recuerdo la trayectoria política y moral de Palito no parecería presentar visos comunistas, sino más bien de traidor a su clase (y esto ni Sinatra lo podría negar). Muchos otros testimonios de esta locura son narrados en el maravilloso libro de Stella Calloni, "Operación Cóndor"; y en otro volumen llamado "Un golpe a los libros", editorial Eudeba documenta la sistemática y organizadísima represión y persecusión de toda forma de cultura escrita. Estos monstruos de apariencia humana asesinaron ancianos, niños, mujeres embarazadas, jóvenes, y todo lo que se opusiera a sus dementes designios. Todos sabemos que hay locuras y locuras. Es hermoso verse rodeado de esos "locos bajitos" a los que les canta Serrat en una de sus más bellas canciones. De estos locos y asesinos de uniforme, deberíamos librarnos de una vez por todas y para siempre. ¿El arma? La memoria, la memoria sin reposo.
miércoles, septiembre 13, 2006
Los contratos que firmamos
Cada vez que abrimos una cuenta en alguna de esas oficinas supuestamente necesarias para existir o bajamos un programa de la computadora para estar actualizados, aceptamos o firmamos esos contratos cuyas cláusulas están escritas en esas páginas interminables que nunca leemos. ¿Qué sucederá el día que esa oficina o la computadora nos exija cierto desconocido cumplimiento de reglas que firmamos? Por ejemplo, usted antes de entrar en esta página debe ver y luego describir con todo detalle este strip-tease de Tita Merello, el perro (o la perra) Corbata y Víctor Sueyro, recién llegadito de la muerte... y hace clik en la ventana de aceptar sin haber leído. Al tiempo un aviso en la computadora: un correo desconocido en su mail, lo lee y dice que será acreedor de mucho dinero ( no importa que ahora, en este blog digamos cuánto, el dinero suficiento por el que cada uno que lea esto sienta que es su precio) si es capaz de recordar el color de la chabomba de la Merello cuando hizo click en aceptar ese programa. Inmediatamente pensamos "Yo no acepté nada" y nos acordamos que en la puta vida leemos esos contratos y solo, para no perder el tiempo el mouse corre a la ventana "aceptar" y acepta. Y nos decimos: ¡qué boudo soy, esa guita me salva la vida! ¡qué carajo hago! Ya aceptamos y lo tenemos a Víctor Sueyro como protector de pantalla, para siempre!!!
Está claro que vamos a seguir sin leer esas malditas palabras ¿cuáles son los riesgos que estamos dispuestos a correr?
a) Podemos haber firmado que aceptamos alojar a un refugiado de un país extraño, que si bien es simpático, se come todo lo que tiene a su alcance, incluyendo nuestros muebles, ropa y a nuestra mujer u hombre, argumentando cuestiones culturales, que para nuestras abiertas mentalidades occidentales son irrebatibles.
b) Firmamos que vamos a luchar de cuerpo presente en las diversas guerras humanitarias que en nombre de los fabricantes de armas son necesarias emprender para racionalizar la existencia o mejor dicho la inexistencia de algunos seres vivos feos, sucios y malos.
c) Aceptamos cumplir con todos los mandamientos, que hasta hace poco eran como diez, pero desde que Plutón ya no es Plutón, como que no estamos tan seguros de nada, ni siquiera de lo que firmamos, pero la verdad que firmamos. Será porque nos gusta como nos salió la firma. Al final de cuentas, como decía Sarmiento, cuando yo voy a la escuela, no importa ni que se cague la abuela.
Se suspende y publica este blog, por falta total de garantías. Y nosotros, como el Sargento Giménez en el vestuario de Gimnasia, nos vamos a casa a dormir, o a tomar mate con tortasfritas, ... si llueve, claro está.
lunes, septiembre 11, 2006
Los sueños de Borges
Borges está solo y sueña. Y se equivoca, en su sueño cree que el instante supremo de soledad es la muerte, y sin embargo es el sueño. Esos sueños moteados de multitudes, o de saltos al vacío sin rostros, o de rozar con las uñas crecidas un esbozo de bonanza. Borges sueña y sigue estando solo. Su sueño es meticuloso, como él. Sueña con los premios, con la fama, que siempre no supo negar, con espejos que rompió en otros sueños y lo llevaron a mil desgracias y pesadillas, de esas que no generaron cuentos, sino que visitaron el más hondo de los infiernos; con colores tenues como el amarillo, ni el rojo ni el azul inflaman sus entrañas. El sueño es tranquilo, y solitario. Borges sueña que ha engañado a todos. Sueña que ha sido un desdichado, y se engaña, o mejor dicho, lo intenta. Sabe que no cambiaría un ápice de su vida por la terrenalidad de los mortales. Ni en sueños envidia los deleites populares; él no tuvo la culpa, pero sus padres no lo engendraron para eso. Sueña con proezas grandes. Con su firma en el libro que le extiende María Kodama, con su seducción, su vista aún intacta, su sexo predispuesto como acaso no pudiera llegar a estarlo nunca. Sueña que su madre está lejos, viaja a Estocolmo, para verlo con su smoking y su premio. Sueña con un país que nunca tuvo. Sueña con todos los países que poseyó. Sueña que a él no lo matará nada más que el tiempo, pues hasta el militarismo le teme a las leyendas. Sueña que arenga a las masas desde una tribuna, y que lo que nunca pudo tener está ahí, al alcance de sus manos. Sólo en sus sueños, y solo, sabe que lo sabe todo. Y se encomienda a los dioses, todos esos con los que siempre se codeó, pero a los que nunca les pudo ganar al truco. Finalmente, y es harto lugar común decirlo, Borges sueña que sueña, que sueña con la muerte, esa a la que ni los genios engañan, sueña que viene por él, solamente a acompañarlo, para que no esté tan solo, y soñando.