miércoles, junio 27, 2007

Fabulitas II



En el mismo claro de la selva, se encontraron el mismo elefante y otra mariposa –la anterior ya había muerto, obviamente.
– ¡Qué larga es esta vida –dijo el elefante, que ya estaba aburrido de vivir.
– ¡Qué corta es esta vida –sentenció la mariposa, a la que ya no le quedaban por hacer muchos planes para el futuro.
– ¡Ni tan corta ni tan larga! –protestó la Gata Flora, sempiterna convidada de piedra, a la que sabemos no hay comida que le venga bien.

Fabulitas I




En un claro de la selva se encontraron un elefante y una mariposa.
– ¡Cómo me gustaría volar! –dijo el elefante, que tenía ciento cincuenta años.
– ¡Cómo me gustaría volver a ser joven! –musitó la mariposa en el ocaso de su primer y único día de vida.
– ¡Qué injusta es esta vida! –lloraron los dos a coro.

¡Por fin sonó un tiro pa'l lado de la justicia!

¡"Pobre" Paris, no es que sea chueca, los zapatos son grandes y prestados!



¡Finalmente todos los defensores de los derechos humanos, las sociedades de beneficencia, la ONU, la Comisión Internacional de Derechos Humanos, el Rotary Club de Villa Caraza, el Ejército de Salvación y la Comisión Directiva del Romperedes Fóbal Clú pueden dormir tranquilos! ¡Liberaron a Paris Hilton!
Cuando todos temíamos que Paris iniciara una huelga de hambre por las injustas condiciones a que era sometida en prisión, y ... Miss Anorexia desapareciera, cuando ya se agotaban los recursos por temer que sus sufrimientos carcelarios superaban con creces el infierno terrenal de Guantánamo –Paris dice: "Quiero que la gente sepa lo que sufrí".–, cuando su voz, su elegancia, y su imprescindible presencia se nos hacían más necesarias que el oxígeno, cuando nos iba ganando la desesperanza, se hizo justicia (no la divina –aunque esta divina merecía la ídem), Paris Hilton ya respira nuestros mismos aires y no los nefastos y pestilentes aromas de "la gayola".
Paris declaró al salir del "tambo" que esta experiencia le había cambiado la vida. Sirva su tormento del encierro, casi eterno para nosotros, para contradecir a los abolicionistas de la cárcel, ya que por el sólo hecho de haberle cambiado la vida a Paris, la prisión justifica sus algo más de 200 años de vida.
Todo esto, que para algunos puede sonar a mofa, no lo es para miles de seguidores de este pajarito anoréxico, tonto y adinerado (sin eso, ¿qué?), que seguramente la esperaban a la salida del "bote" con bombos y platillos, aquellos que siguieron, ahogándose en lágrimas, su reciente calvario a través de la mass media, y para todos los que Paris Hilton representa simplemente "algo".
Y aquí deberán disculparme por excusarlos, ellos no tienen la culpa; los verdaderos culpables son los medios (sí, digo todos, porque nadie se libró de que la pajarita Paris fuese noticia para ellos). Esos medios que manejan al mundo, esos medios que mienten, esos medios que adormecen, esos medios que digitan elecciones, esos medios que taran el cerebro, esos medios que nos roban neuronas, esos medios que nos inyectan sobredosis diarias de banalidad y superficialidad. A los medios y a los poderosos eso les conviene. Pregúntense por qué. Y aquí viene lo difícil... ¡no hay que dejarse! La "pobre" pajarita Paris Hilton no es más que otro botón de la muestra.

miércoles, junio 20, 2007

Borrachines defeños

Una de las curiosidades del Distrito Federal de México es que siendo de día un hormiguero humano bullente, de noche es una ciudad desolada; sólo andan por las calles los niños bien que van a antros y discotecas de plástico en los carros de sus papis, o los borrachines. Estos últimos abundan por las noches, y es que como decía el grandioso Chava Flores: "En México hay más cantinas que escuelas, por la simple razón que hay más borrachos que maestros y alumnos". Y como viajar es bastante complicado por la noche, los borrachines andan desconcertados, y en algún momento se preocupan por cómo poder llegar a sus hogares. En esto de los viajes nocturnos me encontraba hoy, por suerte sobre Insurgentes, que es una arteria por la cual uno se puede transportar toda la noche. Allí en una pequeña cabina donde se recargan las tarjetas para poder viajar en el Metrobús (maravilloso invento político que acerca a esta urbe un poco más a la modernidad, y les ofrece a los viajantes un calvario que ríete del de Jesús -sí, el de la cruz-). La cosa es que al querer recargar mi tarjeta, me topé con un grupo de cinco o seis borrachines que no descifraban el modo de conseguir la forma de viajar no sé a dónde, pues tal vez ni ellos lo supieran. Hete aquí que se suscitó el siguiente diálogo:
Yo: Permiso muchachos, ¿me permiten recargar mi tarjeta?
Borrachín 1: No te afanes, carnal, esta pinche máquina no funciona.
Yo: A ver, permíteme... Sí, funciona, pásame tu tarjeta.
Borrachín 2 (dirigiéndose: a mí): Pero cómo te parecés a ese rockero chileno, cabrón, nunca te dijeron. (Dirigiéndose ahora al borrachín 4) ¿Cómo se llama ese cuate?
Borrachín 3: No, si es idéntico al Charly García...
Borrachín 4: No chingues, güey, es igualito a La Volpe.
Borrachín 12: No mames, que La Volpe ni Charly García, se parece al loco Javier Batiz, ése que le enseñó a tocar la guitarra a Santana...
Borrachín 6: Para mí es la viva imagen de Cepillín... mírale los bigotes...
Borrachín 5: (Ofreciéndome un trago de legítimo vodka
mexicano Oso Negro, producto altamente hepaticida, que rechacé argumentando que me encantaría pero que estaba tomando antibióticos) Échate un trago hermano. (y con un dominio increíble del equilibrio que se desplazaba lentamente hacia adelante y los lados, me dice) ¿Sabés a quién te pareces tú, carnal?... ¿Sabés?
Yo: No, ¿a quién?
Borrachín 5: Tú te pareces a ti mismo... te pareces a ti mismo... y aguas de que nunca te pase lo contrario... Te pareces mucho a ti mismo...
Yo: (Riéndome) Será... Adios, muchachos.
Borrachines en conjunto: Adiós, cabrón, gracias, y te cuidas, !eh!

Uno nunca le debe hacer caso a los borrachines, ni tomar muy en serio lo que (decimos) dicen, pero esta vez la idea de parecerme a mí mismo me hizo reflexionar un poco. Me sentí contento de parecerme a mí mismo, y aunque me vaya como la chingada, estoy muy conforme con esto; y también feliz de nunca querer parecerme a nadie más.