viernes, julio 21, 2006

Cómo convertirse en apócrifo de uno mismo o "El otro yo del Dr. Merengue"



El Dr. Merengue y su otro yo
Con todo cariño para Andrés Rial, remitente de sabios consejos

Durante un cierto tiempo estuvo interrumpido este blog. Las razones obedecen a motivos laborales, y cuando hay mucho trabajo, no quedan muchas ganas de echarse un escrito pa’la posteridá. El tener mucho trabajo no implica necesariamente que uno se haya agenciado de un buen dinerillo, más aún si el hecho de poder cobrar lo que se ha ganado en buena ley se va demorando por circunstancias diversas y a veces insólitas. De esto trata un poco la presente historia; de las peripecias que hay que vivir para cobrar lo que ya se ha trabajado, y que parece en ciertas ocasiones una misión imposible, o casi. Uno de los últimos hechos que me ha ocurrido sería digno de un tal Julio, el grandísimo cronopio, que tenía la virtud de que estas cosas le pasaran seguido y poder exorcizarlas a través de sus escritos. Seguramente, Julio, desde el otro cielo, y mi gran amigo Andrés, que me ha brindado sabios consejos acerca de esta situación, se reirán con esta cronicómica.
A comienzos de mayo pasado, hice entrega de los últimos trabajos que me habían sido encargados por la Secretaría de Educación Pública de este país “en desarrollo”. Fui atentamente avisado que el pago podría demorarse un “poquito”; y me dije que, en fin, era una cierta forma de autoahorro. Como al mes, me avisaron de los trámites que tenía que iniciar para resultar “¿beneficiario?” de esta sacrosanta institución. Los enumero, aunque el lector puede evitarlos ya que no aportan nada a su curiosidad sobre esta anécdota: copia del oficio de alta en la Secretaría de Hacienda, copia de mi RFC (Registro Federal de Contribuyentes), certificación de domicilio, copias de mis pagos actualizados en Hacienda, copias de mi pasaporte, copias de mi FM2 (documento migratorio), último estado de cuenta bancario, carta de mi banco con diversa y numerosa información (que para otorgármela, el banco me solicitó hacer ¡una nueva carta!). En fin, habiendo cumplido con todos estos requisitos, al tiempo recibo por Internet un formulario que debo imprimir, firmar y entregar personalmente. Es el alta como beneficiario. Se me avisa que en dos meses estaría listo mi pago. Pero he aquí la gran sorpresa que hace unos días recibo una notificación donde se me informa que debo reiniciar el trámite, que fue rechazado pues mi firma en este formulario no se parece a la de mi pasaporte. Mi firma es un garabato infame que rara vez se parece a una versión anterior, como supongo que le ocurrirá a mucha gente, incluso a aquellas personas analfabetas que por no haber tenido la posibilidad de aprender a leer, tienen que acudir a firmar a una “x”. Lo realmente curioso e hilarante del asunto es que la persona que me comunica la lamentable noticia, me aconseja firmar la nueva versión del formulario tratando de imitar mi firma lo más posible con respecto a la que se encuentra en mi pasaporte. Transcribo el mensaje textualmente.

Buenas tardes:Espero que se encuentre bien, le comento que tuvimos algunos problemaspara darlo de alta en el catalogo de beneficiarios ya que nuestrasolicitud fue rechazada por la siguiente razón:La firma de la solicitud no se parece a la que se presenta en laidentificación (pasaporte), por lo cual nos piden reiniciar el tramite,por tal motivo anexo en archivo adjunto el formato de solicitud de Altadel Catalogo de Beneficiarios, solicitándole firme lo más parecido a laidentificación antes señalada.Por su atención y comprensión muchas gracias, me despido esperando tenerrespuesta pronto.Saludos

¡Ah!, me dije, esto es maravilloso, debo convertirme en apócrifo de mi mismo. Bueno, qué le hace una mancha más al tigre, pensé, sin ponerme a reflexionar sobre los refranes populares, ya que lo tigres tienen rayas y no manchas. Pero no estamos como para cuestionar dichos, sino para tratar de resolver el problema. Sin prisa ni pausa, me puse a practicar mi propia firma con mi pasaporte a la vista. Ni se imaginan que tarea ardua, difícil que una saliera bastante parecida a la del pasaporte. A todo esto el amigo al cual dedico este escrito, me envía un correo con un sabio consejo, que transcribo a continuación


Querido negropiombo: imitarse la firma uno mismo es un autoengaño imperdonable; es más, te diría que la convivencia con uno mismo puede llegar después de una defraudación así, en caso de que te descubrieras, a un punto de no retorno. Así que pensalo bien. Pensá bien si te preferís a vos o a ellos y si gente que te pide ese tipo de cosas es de fiar. Recuerdo aquel militar que cuentan LES LUTHIERS que sabiéndose ladino, casi su peor enemigo, no cruzó un puente ante el miedo de haber sido saboteado por él mismo. Ante la boca del puente dio un golpe de rienda para hacer retroceder a su caballo al grito de “¡¡¡Nooo me saldré coon laaa míaaaa!!!!!”.


Habiendo ya tomado la decisión de imitar mi firma, me empezaron a asaltar miles de dudas: ¿Y si un perito calígrafo descubre que mi firma ha sido falsificada por mí mismo?, ¿si al momento de firmar el mentado formulario, me pongo nervioso y la firma no me sale igual, o al menos parecida?, y otras divagaciones por el estilo.
Decidí reflexionar sobre el aspecto del mensaje donde mi amigo dice que puedo llegar a un punto sin retorno. Tal vez tenga que comenzar a imitar mi propia voz al contestar el teléfono, evitando que no me salga igual que siempre y quien me está llamando cuelgue pensando que se equivocó de número; imitar mi aspecto al saludar a los vecinos, no sea cosa de que piensen: “¿y éste quien es?”; ¿deberé intentar parecerme a mí mismo al mirarme al espejo, e intentar peinarme como siempre para no pasar cada día por excéntrico?
Esa noche las dudas que me asaltaron me impidieron conciliar el sueño, además que las pesadillas me hacían ver frente a un juez que me iniciaba (¿o nos?, a mi y a mi alter ego) un juicio penal por plagio de mí mismo.
Finalmente, y con el único fin de poder cobrar mi dinero en otros próximos dos meses, decidí presentarme a la contaduría de la mencionada institución, luego de varias horas de práctica y un valium 10 para que ni la impericia ni los nervios me traicionaran. Sin embargo, pensé que si en algún momento me hacía con mi pago, lo primero que tendría que hacer sería sacar una cita con un buen psicólogo (o psiquiatra, tal vez) y confesarme decididamente portador de una personalidad esquizoide: “Doctor (o doctora), al mejor estilo del William Wilson del querido y admirado E. A. Poe, estoy padeciendo una fuerte crisis. Muchas veces creo que soy yo mismo, pero a la vez soy otro, especialmente cuando firmo.”
Estas cosas que posiblemente a nadie preocupen demasiado, salvo a mis acreedores, por supuesto, y que tal vez sólo resulten un tanto risueñas y seguramente ridículas y cuasi inverosímiles, existen. Nadie creerá que estos vericuetos de la burocracia puedan dañar seriamente a nadie. No obstante, me permito sugerir que se reflexione acerca de cómo pueden afectar cosas como éstas a quien necesita urgente servicio médico en instituciones oficiales –“por favor, trate de aguantar y no morirse antes de su próxima cita en tres meses”, “¿cómo se le ocurre a usted parir justo a los nueve meses?”–; a quienes se quieren jubilar –la vida no espera ni sabe nada de burocracias, “aguante, piense que linda lápida le harán sus deudos cuando esto salga”–; a quienes quieren estudiar –“si todos quieren estudiar, quién va a trabajar aquí, presente el examen el año próximo, y aproveche para prepararse bien, mire que no hay muchas vacantes”–; a quienes padecen una guerra genocida –“la ONU ya emitió sus recomendaciones, en un mes se reúne el Consejo de Seguridad para evaluar…, en tanto, no se dejen exterminar, por favor”.
No se rían de todo esto, piénsenlo bien a la hora de tener que firmar algo; y si se quieren suicidar, al mejor estilo de los presos de Guantánamo, para complicarle la vida a alguien, firmen la triste nota fatal, puede que alguien dude de dicha firma y ustedes sigan vivitos y coleando por allí.

1 Comments:

Blogger Nemesis said...

Jajajaja! Increíble, mirá las vueltas que te dan seguramente para pagarte unos mangos mugrosos. Parece salido de un cuento en serio, tipo señor de los anillos; buscar una pluma de un cóndor verde(que ya se extinguió), de la punta de la montaña más alta (imposible de escalar) con un certificado de legitimidad firmado por el padre del cóndor en cuestión y sellado por el papa. Anda a cagar!
Lo de la firma a mi me pasa todo el tiempo, mi firma es lo menos parecido a una firma q pueda haber, debo tener como tres o cuatro q dependen de mi humor o las ganas de firmar. Deci que ahora cobro con tarjeta de débito, en la época q cobraba con cheque me aterraba que no me pagaran porque la firma no coincidía, de hecho el cheque llevaba dos firmas y creo que nunca hice las dos parecidas.
De útlima explicales que el día que firmaste el pasaporte estabas pasando por un período de transición, seguido por un replanteamiento de tu personalidad y tras un curso de 3 meses lograste cambiar tu firma para representar mejor tu personalidad esquizoide.

6:24 p.m.  

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